Llegas a su orilla,
te quedas.
Navegas su oleaje,
maduras fuentes y miradas locas...
Como amo de la luz,
las barreras eran todavía una ficción
tu yo equilibrista traspasaba el tiempo y el sueño
para colorear la vida desdoblada en ese amor.
Pero ahora queda sólo el paisaje, ajeno, extraño
porque el amor brota capullos delicados
que un día mueren para dormir y arropar
el cadáver absurdo del desamor
ese es tu duelo
por eso repites: ¡Te extraño! ¡Te extraño!
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